9 feb 2010

La Mala Hora. Una Elegía.


Hace ya años, en una serie de productivas noches, exuberantes de insomne vino, noctámbulas tertulias y bohemios canturreos, brotó la idea (y con cautela la cultivamos), de realizar un programa radial que a modo de aulladero nos permitiera hablar de tantos temas, desde lo político hasta lo poético, que formaban parte de nuestras preguntas, y sobre todo, encarnaban diversas respuestas.
Entre una tormenta de posibles nombres, pescamos uno que aludía a una obra literaria de Gabo: La Mala Hora. La intención fue pintar paisajes para escuchar, aventar canciones que nos supieran embriagar, plantar semillas para enarbolar libertad; porque no se puede nomás tomar tecito con el meñique erguido y platicar sobre porcelanas mientras la miseria avanza en sus cuatro corceles de fuego, envistiendo hermanos en su violento galope de sanguinolentos trazos. ¡Hay que dar un grito! Tan afilado que despeje el cielo, tan contundente que se encaje entre las vísceras de las aves, que llevarán a todo lugar posible, el mensaje de resistencia en respuesta al salario de dolor.
Como ese saborcito a poema recién horneado aún se manifiesta en mis labios, como sigo pensando en plural y evocando la manada, como continuaré dibujando mi silueta contra la luna en un peregrinaje de lucha y un canto de objeción, quiero traer este elegíaco elogio a John Jaime Alzate, Sergio Sánchez y los demás lobos que contribuyeron ideas, versos y llantos; tripulantes todos de ese maravilloso barco de ritmos y silabas que fue La Mala Hora, en el cual viví uno de los más gratos viajes (olvidando fronteras y seduciendo tierras lejanas), por esta patria, océano de insinuantes naufragios.
Pero extraño la salada marea y, silbando entre los riscos, busco nuevamente el timón de la fragata para arrojarla al agua ¡prometo volver a zarpar!

Matias Arango Uribe

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